En el primer trimestre de 2019, el Índice de Competitividad CONINAGRO (IC) acentuó su caída y mostró un retroceso de 4,2% frente al mismo período de 2018, lo cual representa una desmejora en la competitividad multidimensional de las economías en el inicio del año.
La desmejora que mostró la competitividad de las economías regionales en el inicio de 2019 se explica por un desempeño negativo en 4 de las 7 dimensiones que componen el índice. Infraestructura, Población, Entorno Macroeconómico e Institucional y Desempeño Económico se ubicaron todas en rojo. En contraposición a esta dinámica, las dimensiones de Recursos Naturales, Sector Externo y Calidad-Diferenciación mostraron un avance, atenuando la caída general que experimentó competitividad conjunta.
En este sentido, la situación macroeconómica durante el primer bimestre de este año transcurrió con cierta estabilidad en el plano cambiario y financiero, pero en marzo las presiones sobre el tipo de cambio y la inflación se renovaron. De esta forma, al igual que fines de 2018, el poder adquisitivo continuó mostrando contracciones marcadas durante el primer trimestre de 2019, a la par que el desempleo se movía al alza.
Esta situación se vio replicada en los indicadores socioeconómicos, los cuales en su mayoría comienzan a mostrar una aceleración en su contracción, dando cuenta del impacto a mediano plazo que tiene la macroeconomía sobre las condiciones de vida de la población.
Por otro lado, producto de la aceleración de la inflación, la mejora en el frente cambiario continuó presente aunque a un ritmo menor en comparación a las variaciones experimentadas durante los meses previos.
Sin embargo, los efectos adversos del alza del tipo de cambio se dejaron ver sobre el alza de costos, los cuales se incrementaron significativamente por encima de la inflación debido a la alta participación de insumos dolarizados sobre las actividades productivas. En esta línea, los productores no lograron transferir la totalidad del alza de costos al precio y este último quedó nuevamente rezagado frente a la inflación. Esta dinámica se vio profundizada en un contexto de debilidad del salario real y caída del consumo interno, a la par que las exportaciones mostraron solo un magro crecimiento, por lo que la demanda conjunta (mercado interno y externo) aún se mantiene debilitada.
De manera adicional, la inestabilidad cambiaria y el elevado nivel de tasas de interés continuaron dificultando el acceso al crédito, variable que se mantiene con contracciones mayúsculas. Cabe destacar que esta herramienta tiene el potencial de jugar un rol clave en la recuperación del sector dada la delicada situación que dejó la sequía y la recesión que afectaron a la campaña anterior.
En cuanto a la obra pública, el presupuesto destinado a obras de infraestructura para el fomento y desarrollo de las actividades agropecuarias continúa mostrando marcadas reducciones como consecuencia de la política de ajuste de las cuentas fiscales.
No obstante, a pesar del desenvolvimiento desfavorable de la coyuntura, las economías regionales siguen apostando a la diferenciación y, mediante la certificación de distintos sellos de valor agregado, fortalecieron el atractivo de sus productos para su colocación en los mercados internacionales.