La magnitud de la devaluación de la moneda local produjo un brusco cambio de los precios relativos, los que incidieron profundamente en todas las producciones, aquellas que generan productos mayormente exportables tuvieron ciertas posibilidades de mejorar la situación, aunque en general no fue tal el beneficio.
De las 19 economías relevadas por Coninagro, durante el 2018 la suba de los costos fue superior al aumento de los precios en 15 de ellas, esto produjo un deterioro de los resultados, incluso en las producciones que no estaban en una buena situación económica al arranque del año, se vieron mucho más perjudicadas que favorecidas.
“La preocupación, frente a lo que muestra este semáforo se centra en dos temas: las producciones que pueden dar trabajo y generar empleos están mal. Y está complicada la economía por la caída del salario, que afecta el consumo y termina impactando en la producción. Entonces, un problema regional termina haciendo efecto dominó sobre lo nacional, e impacta en el ciudadano en general”, sostiene el presidente de CONINAGRO, Carlos Iannizzotto.
El semáforo que elabora CONINAGRO determina la explicación: En el comercio exterior se generó, fruto de la depreciación del peso, una reducción de las importaciones para todas las producciones, este resultado se genera de forma inmediata porque los productos importados se encarecen enormemente medidos en moneda local luego de una devaluación.
Por el lado de las ventas al exterior, solo 10 actividades mejoraron su desempeño exportador, sucede que por más competitivo que se muestre una actividad luego de la devaluación, para aumentar la exportación hay que tener primero la producción, luego los mercados, y finalmente una cultura exportadora que no se genera de un día para otro.
Finalmente es importante destacar que la gran mayoría de las producciones regionales se distribuyen en todo el país para el consumo de los argentinos. La caída del salario real se traduce también en una menor cantidad de bienes consumidos, la cual se evidencia en algunos de los alimentos y bebidas más tradicionales de nuestro país, en 2018 disminuyó el consumo per cápita de carne vacuna y aviar, lácteos, vino y yerba mate.